La artrosis de rodilla es una de las patologías más frecuentes en consulta. Tras varios meses o años de tratamiento conservador, la prótesis suele ser la técnica más recomendable.
La artrosis de rodilla es una enfermedad degenerativa que se suele presentar en personas de edad avanzada o en personas jóvenes que han sufrido previamente lesiones en la rodilla. Se considera una lesión de desgaste, puesto que el cartílago se desgasta de forma gradual y provoca una disminución de la protección de los huesos.
Al tener que soportar el peso del cuerpo, la rodilla es una de las articulaciones que más desgaste sufre y, por tanto, desarrolla artrosis con una mayor frecuencia. Este desarrollo suele ser lento y progresivo, causando un aumento del dolor con el paso de tiempo.
Los síntomas más frecuentes de la artrosis de rodilla son el dolor, la deformidad, la rigidez y la pérdida de funcionalidad en la rodilla. El dolor es especialmente notable al levantarse después de haber estado sentado durante un periodo de tiempo largo. El dolor también suele aparecer después de caminar una distancia más o menos larga.
En las primeras fases, el dolor de rodilla es leve y solo aparece después de realizar un esfuerzo o actividad física importante. Cuando la enfermedad se desarrolla, las molestias sufridas por el paciente también se incrementarán. La sensación de rigidez y la dificultad para mover la pierna suele surgir tras haber permanecido durante un largo periodo de tiempo en reposo.
En fases más avanzadas de la artrosis de rodilla, aparece dificultad para realizar movimientos con la rodilla, llegando a no poder flexionar la pierna por completo. En algunos casos, también aparecen deformidades en la articulación provocando una cojera en el paciente al caminar.
El diagnóstico de la artrosis de rodilla se lleva a cabo mediante una exploración de la articulación y un estudio del movimiento de la misma. Posteriormente, una radiografía de las rodillas confirmará el diagnóstico, puesto que será posible encontrar signos característicos de la artrosis. Se suelen realizar otras pruebas complementarias, como análisis de sangre y resonancias magnéticas, para determinar el estado en el que se encuentra el hueso.
El tratamiento para la artrosis de rodilla tiene el objetivo de reducir el dolor y mejorar la calidad de vida del paciente. Para lograrlo, se dispone de diversas alternativas: tratamientos quirúrgicos y tratamientos no quirúrgicos o conservadores.
Los tratamientos no quirúrgicos suelen comenzar con medicamentos antiinflamatorios que reducen el dolor y la inflamación de forma temporal. También es posible optar por tratamientos con inyecciones intrarticulares que tratan de mejorar la lubricación de la rodilla cuando el paciente se encuentra en una fase inicial de la enfermedad.
En casos en los que la enfermedad está más avanzada o en aquellos en los que el dolor provoca dificultad para llevar a cabo tareas del día a día, el médico puede optar por un tratamiento quirúrgico. A través de una osteotomia se realiza un corte en tibia o fémur para corregir el eje de carga y aliviar el dolor. Este procedimiento se suele llevar a cabo cuando el paciente es joven y activo.
Cuando la articulación está muy desgastada, se puede optar por la artroplastia o prótesis total o parcial de rodilla, la cual consiste en la sustitución total o parcial de las superficies desgastadas de forma que se pueda restablecer el funcionamiento de la rodilla.
Tras varios meses o años de tratamiento conservador, la prótesis suele ser la técnica elegida para corregir los problemas de rodilla. Ésta se realiza bajo anestesia raquídea y tiene una duración de una hora. Dos días después de la intervención, el paciente recibe el alta y puede irse a casa.