La rotura del tendón de Aquiles es una lesión aguda que afecta a la parte trasera de la pantorrilla. El tendón de Aquiles se rompe de manera súbita sin necesidad de haber antecedentes. Aunque puede sucederle a cualquiera, las personas que practican deportes son más propensas a sufrir una rotura del tendón de Aquiles.
El tendón de Aquiles es un cordón fibroso que conecta el sóleo y los gemelos, los músculos situados en la parte trasera de la pantorrilla, con el hueso del talón. Se trata del tendón más grueso y resistente de todo el cuerpo y puede soportar hasta siete veces el peso corporal. Un estiramiento excesivo del tendón de Aquiles puede provocar el desgarro total o parcial del mismo.
Al sufrir un desgarro del tendón de Aquiles es muy posible que oigas un chasquido y sientas un dolor agudo en la parte trasera del tobillo. En muchas ocasiones, es necesario realizar cirugía para reparar la rotura. No obstante, algunas personas consiguen repararlo con un tratamiento no quirúrgico.
Otro de los síntomas más comunes al sufrir una rotura del tendón de Aquiles es la aparición de dolor al caminar, imposibilitando doblar el pie hacia dentro o ponerse de puntillas sobre el pie lesionado. En caso de sufrir una rotura parcial, es posible que los síntomas pasen desapercibidos. Al completarse la rotura, el paciente comenzará a tener dificultad para caminar.
Existen algunos consejos o sugerencias que reducen el riesgo de padecer una rotura en el tendón de Aquiles:
Además, existen algunos factores que aumentan el riesgo de sufrir una rotura del tendón de Aquiles. Entre ellos se incluye la edad, el sexo, la obesidad y el tipo de deporte practicado, entre otros.
En primer lugar, se realiza una exploración física en la que el doctor intentará detectar la rotura. Si existe alguna duda, se realizará una ecografía o una exploración por resonancia magnética con la que poder analizar el estado de los tejidos de la zona afectada.
Tras confirmar la rotura, se decidirá el tratamiento aplicar. La elección de uno u otro dependerá de algunos factores, como la edad, la gravedad de la lesión o el nivel de actividad física que realiza el paciente. Así pues, las personas más jóvenes y activas suelen optar por el tratamiento quirúrgico para reparar el tendón, mientras que las personas mayores pueden decidirse por un tratamiento no quirúrgico.
El tratamiento no quirúrgico suele implicar el uso de muletas para mantener el tendón y el tobillo en reposo, además del uso de hielo y analgésicos para reducir el dolor. El tratamiento no quirúrgico puede aumentar las probabilidades de que vuelva a romperse el tendón, dando lugar a un mayor tiempo de recuperación.
En caso de optar por la cirugía, se realizará una incisión en el talón con el objetivo de unir el tendón desgarrado. El tratamiento quirúrgico puede implicar infecciones y lesiones en los nervios, aunque el riesgo de que vuelva a romperse y, por tanto aumente el tiempo de recuperación, es menor.
En uno de nuestros últimos casos, nuestro paciente, un varón de 55 años y deportista, fue operado de una rotura del tendón de Aquiles. Tras 6 meses y una mala evolución postoperatoria decidió ponerse en nuestras manos. Era incapaz de ponerse de puntillas y tenía dolor en la parte posterior del talón.
Tras un estudio de resonancia magnética se confirmó el diagnóstico: una rotura arrancamiento distal de Aquiles. Al tratarse de una persona activa, se optó por un tratamiento quirúrgico.
Durante la intervención bajo anestesia epidural, se realizó un alargamiento muscular y una fijación distal. Al tratarse de una lesión grave, el plazo de recuperación de la rotura del tendón de Aquiles será de más de 6 meses.